Hoy en la prensa hay opiniones para todos los gustos sobre el tema de la subida de impuestos.
Hay quienes dicen que si se suben los impuestos subirán los precios y si suben los precios entonces la gente comprará menos y si se compra menos la economía no avanza y entonces que Dios nos pille confesados, por que si la cosa ya está bastante chunga, lo que nos faltaba es que se paralizase aquello del consumo (todavía recuerdo con cierta nostalgia, como al principio de la no-crisis, Zapatero nos invitaba al consumo).
Otros, por el contrario, dicen que lo suyo es que se suban los impuestos para que así se aseguren las prestaciones sociales que tanto necesita el desempleado español, que paguen los ricos y los funcionarios que para eso son ricos o tienen un trabajo fijo.
Ante esta situación yo me permito la licencia de pedir un tiempo muerto para pensar que es lo que ocurre. Un poco de tranquilidad para controlar la indignación sea cual sea.
Y trás ese impás quisiera sugerir que ese no es el camino que ha de llevar la crítica.
No, el quid de la cuestión, desde mi punto de vista, no está en si la medida está bien o mal. El meollo del asunto está en que esta medida no estaba prevista. No estaba prevista y además no era bien vista por el Ejecutivo. Es decir, el problema radica que los mismos que hace nada dijeron que no iban a subir los impuestos los van a subir.
Este es el problema. Si alguien afirma que no va a subir los impuestos, se supone que es por que en su ideario económico entiende que una subida de impuestos no es eficaz. Si ahora los sube es por que ese ideario no era tan bueno como se creía (lo que hace que el ideólogo no sea de fiar) o sus afirmaciones respondían a una estrategia poítica y no a una convicción o proyecto de trabajo (lo que convierte al idólogo en un trilero de la política).
Y ese es el problema, que no hay un proyecto, que todo es una pura improvisación, que los planes no son planes son remiendos de unos remiendos y que la única cosa clara que se tiene es que hay que ganar las próximas elecciones, ¡como sea!. Y en ese como sea vale todo.
Por otra parte, la oposición del PP se centra en fomentar el desgaste del Gobierno, en echar balones en el tejado de los jueces en lo relativo a sus casos de corrupción y en esperar a que la manzana se caiga del árbol.
De este modo, con este cúmulo de despropósitos, es más que difícil salir del bache. Yo sinceramente creo que no nos merecemos estos políticos.
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