martes, 15 de septiembre de 2009

Solbes, se va.

Es el tercero.

Como esa tercera negación de Pedro a Jesús, la noche que le apresaron en el Monte de los Olivos. Como una especie de traición, un ahí te quedas que no te aguanto.

Un no quiero saber nada de este Mesías mío con el que crucé por encima de las aguas de la crisis y con el que pesqué los votos de los miles de ingenuos que creyeron que la crisis no era más que los ladridos de los pit bull de la derechona.

Hoy en la radio hablan de si Solbes no quiere votar unos presupuestos que no le gustan o que si Solbes no soporta ver cómo hace o deja de hacer el Señor Presidente.

Pero que la necrológica no nos nuble el recuerdo.

Solbes firmó los actuales presupuestos, no le dolieron prendas, repito, en negar una crisis que no sólo amenazaba si no que atenazaba ya, los bolsillos de los españoles. Una crisis que como economista él conocía y sabía que estaba ahí.

Solbes, el de la crisis de González, el de la crisis de Zapatero, Solbes que intenta redimir sus culpas abandonando el barco que él ayudo a hundir.

Ahora se va, pretendiendo parecer coherente. Coherente habría sido si de ministro hubiese dimitido, si se hubiese negado a acatar las órdenes del que aprendió economia en dos tardes con el primero de los huídos.

Está bien que se marche, tendría que haberlo hecho mucho antes, a ver si el resto sigue el ejemplo.

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